Sociedad

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domingo, 1 de junio de 2014

Relato


Mi vida en 2030


Y por fin llegó el día en el que me dieron la noticia de que había aprobado la oposición y, lo más importante, había conseguido plaza en un centro. Creí que era uno de los momentos más emocionantes de mi vida o, al menos, de estos últimos años en los que me había pasado los días sentada frente a una pared, rodeada de libros y apuntes. Pero sí, al fin, en el año 2030 había conseguido mi propósito.
Dos días más tarde llegué al instituto en el que debía comenzar mi labor como docente. Perdón, ¿He dicho instituto? En mis años de estudiante he de decir que ese era el nombre, pero reconozco que eso parecía cualquier cosa antes que un instituto.
Me encontré frente a unos muros blancos, metalizados, en los que apenas había ventanas. Los techos eran increíblemente altos, y las luces tan blancas que era imposible ver con claridad a la persona que tenías enfrente. Estaba totalmente perdida en aquel pasadizo, cuando al fin, pitó la sirena que anunciaba la entrada a clase.  Al menos ese sonido me resultaba familiar…
Comenzaron a aparecer estudiantes por todos los sitios pero no logré que ninguno me dijera cuál era la clase de 3ºB de la ESO. Todos los alumnos miraban a unas pantallas que llevaban en las manos y ni siquiera hablaban los unos con los otros. Aún no logro entender la agilidad que tenían para esquivarse.
Diez minutos más tarde, logré encontrar la clase pero no podía creerme lo que estaba viendo. Todos los alumnos llevaban unas gafas totalmente digitalizadas y unos cascos en el que escuchaban la lección. Observé detenidamente las gafas ¡Eran increíbles! Pasaban imágenes a una velocidad fuera de lo normal. Además, aquellas “gafas” no paraban de pronunciar datos y datos, aparecían flechas, mapas conceptuales, todo me resultaba un caos. No lograba entender absolutamente nada, ¿Qué estaba pasando?, ¿Qué me había perdido durante todos estos años?, ¿Quiénes eran estas máquinas de procesar información? Y sobre todo ¿Qué hacía yo en medio de todo esto?, ¿Qué podía enseñar que no pudieran ver en aquel artilugio?

Llegué a mi casa totalmente desolada, no entendía para qué me necesitaban en un sitio en el que los alumnos tenían toda la información en la palma de su mano. Tras una larga noche de reflexión, llegué al instituto a la mañana siguiente con la mentalidad totalmente cambiada. Sí, era cierto, esas máquinas podían enseñarles fechas, datos, imágenes… Pero no podían enseñarles a pensar, a reflexionar, a entender el porqué de las cosas, a disfrutar leyendo o a sentirse protagonistas de una historia y, sobre todo, no podían enseñarles a madurar como seres inteligentes e independientes y esa era mi labor como docente. 

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