Sociedad

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jueves, 22 de mayo de 2014

TIC-TAC: EL OLVIDO DEL FUTURO

Despierto, abro los ojos costosamente porque los rallos del sol se fijan en mis párpados. Intento hacer memoria de todo lo ocurrido pero no encuentro respuesta. “TIC, TAC, TIC, TAC” eso es lo único que escucho. Me levanto del suelo lentamente y miro la hora que ese punzante reloj marca. “TIC, TAC, TIC, TAC…” parece que es él el que me va guiando, el que va contando mis pasos. No recuerdo nada. De repente, levanto sigilosamente la cabeza con miedo a ver lo que me podía encontrar. Una escena sobrecogedora vislumbro. Comienzo a contar cuánta gente hay allí conmigo en ese pequeño espacio. Unos veinticinco niños y niñas, de unos quince años, me miran extrañados y no comprenden nada.

Por fin decido caminar hasta el principio de aquel cuadrado para poder ver a todos los niños de frente. Por fortuna, me doy cuenta de que nadie está malherido, yo tampoco, pero algo me ha ocurrido. Todo es muy extraño. El aula solo conserva mesas y sillas. No hay nada más. Solamente la luz de una ventana nos ilumina.

No recuerdo nada, entre todos intentamos adivinar qué ha sucedido. Tras minutos de amnesia, los chicos van acordándose tímidamente de lo que es todo aquello: uno dice que él cree que está en ese lugar para aprender; otro que yo era la que enseñaba; otra alumna añade que yo les ayudaba a leer y escribir correctamente… Pero, la oscuridad llegó a aquel centro y todo se transformó.
Tras minutos agónicos que el reloj marcaba, empiezo a recordarlo todo.

Sí, esa era mi tarea desde que aprobara la oposición allá por el 2020.
De pronto me vienen flashes del pasado a la memoria. Recuerdo llegar al instituto y entrar en ese centro con mi portátil hablador, el que me organizaba la tarea de cada día. En la clase las pizarras digitales y las pantallas de ordenador estaban por todos los lados permitiendo la conexión en cualquier minuto. Podíamos ver todo lo que en las otras aulas se enseñaba, los alumnos podían acceder a cualquier sitio de Internet ya que todos tenían un ordenador propio,… Y, es que, todo lo habían absorbido las nuevas tecnologías e incluso los robots tenían su lugar y se encargaban de que todo estuviera perfecto: Directic, el director del centro, o Robotic, el secretario, son los que ahora me vienen a la mente.

“-Pero qué ha ocurrido. ¡NO PUEDE SER, NO PUEDE SER! – Me digo con furia”.

Ahora recuerdo que el “chip” que nos introdujeron en el cerebro a todos los docentes con el fin de dar clase de una manera perfecta (poder mostrar a los alumnos textos solamente con pensarlos, escribir en la pizarra sin coger ningún utensilio y realizar preguntas sin emplear la palabra) ya no funcionaba… El pensamiento era el que nos dominaba a los docentes, gracias al chip nos conectaba con los ordenadores de los alumnos, con los otros chips de los profesores con el fin de resolver cualquier duda, acudir a la biblioteca digital o incluso ayudar a los alumnos cuando tenían dudas en sus casas sobre alguna tarea.

Todos estábamos conectados cada segundo.
 Ahora, el chip murió y toda la tecnología llegó a su fin, pero por qué.
Ahora, intento recordar a algún autor,… NADA,….algún verso….NADA,…. Deletrear el alfabeto….NADA…. Me doy cuenta de la fe que deposité en esos instrumentos. Ahora ya no queda NADA.

Ahora, en el 2030, he de intentar enseñar a mis alumnos lo más básico de la lengua y la literatura partiendo de los escasos conocimientos que se guardaron en mi mente y no en el chip.
Cómo les explicó qué es el papel, qué son los lápices, cómo se escribe con la mano el trazado de las letras, cómo entenderán lo que eran los libros tradicionales, las bibliotecas físicas, las aulas sin ordenadores… Intento hacer memoria por recordar mis años en el instituto donde el método de trabajo era así, pero cómo lo podíamos hacer sin ninguna tecnología.

Salgo de la clase abrumada y pensando que esta vez la predicción Maya sobre el fin de la era digital se cumplió, esta vez sí ocurrió. Las TIC, los chips y toda la información que en ellos se depositaron desaparecieron.
Ahora sí ocurrió y nadie se protegió ante ello porque su última profecía sobre el fin del mundo, creo que fue por el 2012, no se realizó. Sin embargo, esta vez sí tenían razón. Y ahora qué.


El TIC-TAC del reloj retrocedió y toda la lengua y la literatura se perdieron con las TIC.

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